Homilía Papal
Domingo 7 de Septiembre de 2014
Domingo 7 de Septiembre de 2014
El Papa Francisco este mediodía antes de la oración y ante miles de
fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el obispo de Roma
subrayó que ante Dios todos somos pecadores y necesitados de perdón. Y que
Jesús nos enseñó a no juzgar.
El Evangelio de este domingo, tomado
del capítulo 18 de Mateo, presenta el tema de la corrección fraterna en la
comunidad de los creyentes. Jesús nos enseña que si mi hermano comete una culpa
contra mí, yo debo usar la caridad hacia él, antes que todo, hablarle
personalmente, explicándole que aquello que ha dicho o hecho no es bueno ¿Y si
el hermano no me escucha? Jesús sugiere una intervención progresiva: primero,
vuelve a hablarle con otras dos o tres personas, para que sea más consciente
del error que ha cometido; si, no obstante esto, no acoge la exhortación, es
necesario decirlo a la comunidad; y si tampoco escucha a la comunidad, es
necesario hacerle percibir la fractura y el distanciamiento que él mismo ha
provocado, haciendo venir a menos la comunión con los hermanos en la fe.
Las etapas de este itinerario indican
el esfuerzo que el Señor pide a su comunidad para acompañar a quien se
equivoca, para que no se pierda. Es ante todo necesario evitar el amor de la
habladuría y el cotilleo de la comunidad: «Ve y corrígelo en privado» (v. 15).
La actitud es de delicadeza, prudencia, humildad, atención hacia quien ha
cometido una culpa, evitando que las palabras puedan herir y matar al hermano.
Al mismo tiempo esta discreción tiene la finalidad de no mortificar inútilmente
al pecador. Es a la luz de esta exigencia que se comprende también la serie
sucesiva de intervenciones, que prevé la intervención de algunos testimonios y
luego incluso de la comunidad. El objetivo es aquel de ayudar al hermano a
darse cuenta de aquello que ha hecho, y que con su culpa ha ofendido no
solamente a uno, sino a todos.
En realidad, ante Dios todos somos pecadores
y necesitados de perdón. Todos. Jesús, de hecho, nos ha dicho no juzgar. La
corrección fraterna es un aspecto del amor y de la comunión que deben reinar en
la comunidad cristiana, es un servicio recíproco que podemos y debemos darnos
los unos a los otros. Corregir al hermano es un servicio. Y es posible y eficaz
solamente si cada uno se reconoce pecador y necesitado del perdón del Señor. La
misma consciencia que me hace reconocer el error del otro, me hace acordar que
yo me equivocado primero y que me equivoco tantas veces.
Por esto, al inicio de la Santa Misa,
estamos siempre invitados a reconocer ante el Señor que somos pecadores,
expresando con las palabras y con los gestos el sincero arrepentimiento del
corazón. Y decimos "ten piedad de mi Señor que soy pecador". Es el
Espíritu Santo el que habla a nuestro espíritu y nos hace reconocer nuestras
culpas a la luz de la palabra de Jesús. Y es el mismo Jesús que nos invita a
todos, santos y pecadores, a su mesa recogiéndonos de los cruces de los caminos,
de las diversas situaciones de la vida (cfr Mt 22,9-10). Y entre las
condiciones que acomunan a los participantes a la celebración eucarística, dos
son fundamentales dos condiciones para ir bien a la misa: todos somos pecadores
y a todos Dios dona su misericordia. Debemos recordar esto siempre antes de ir
hacia el hermano para la corrección fraterna.
Pidamos todo esto por intercesión de
la Bienaventurada Virgen María, que mañana celebraremos en la conmemoración
litúrgica de su Natividad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario