Cuenta una de las tradiciones antiguas que Guido
el Craso amaba tiernamente a una joven llamada Delfina, y que al morir ésta,
allá por el año 1120, ya que como se menciona su amor era inmenso decidió
llamar delfinado a todos sus dominios logrando
añadir a su título de conde el de Delfín
del Viennois, el cual pasando a la corona
sirvió para nombrar al segundo hijo del rey. Sin dejar de lado que al
igual que la región del delfinado también podemos vincular con la que sólo
pueden rivalizar en Francia el Pirineo y la Saboya. Es una región muy
montañosa; en ella se encuentra el pico de Pelvoux, de 4.103 m de altitud, una
docena de ríos de caudal considerable e innumerables arroyos, paisajes
espléndidos, saltos de agua, grutas... Por supuesto que es la imagen del
delfín, el amigo del hombre en los mares, la que representa este título y esta
región.
Y hoy veintiséis de septiembre recordaremos a Santa Delfina la cual nació
en el año de 1284, a la edad de siete años vivió con su tía pues ésta quedó
huérfana de padre y madre por lo cual, ya antes mencionada su tía fue quien tomó
su tutela, a la edad suficiente estuvo casada con Eleázaro de Sabrán, una vez
muerto su marido adquiere la vida religiosa en la cual decide convertir sus
bienes en limosna para dársela a las
personas que menos tenían, además de
vestir el hábito de la orden
tercera de San Francisco por eso el día de hoy celebramos su
onomástica.