ME ENCOMIENDO A TI
Cuídanos y protégenos de los
chismes y habladurías parecía ser la plegaria más frecuente de los feligreses
que estaban reunidos en el pequeño templo de San Nicolás de Tolentino en donde
se pedía a favor de las mujeres embarazadas al tan aclamado San Ramón Nonato; y
a todo esto, por qué este santo tan milagroso se llama así, pues a decir de los
visitantes y del sacristán Emeterio González se llama así nuestro Santo ya que
al momento de quella mujer estaba esperando en su vientre a un niño, murió y
San Ramón se aferró a la vida y nació a 1 semana después de la muerte de su
madre, es por ello que hacemos referencia a el cómo Nonato, el no nacido.
Es por ello que a esta celebración
acuden en su mayoría mujeres embarazadas y mujeres que tienen un embarazo de
alto riesgo, las cuales se encomiendan a este santo que dicho sea de paso es
uno de los más aclamados entre estas mujeres y que en forma de agradecimiento
muchos de los niños que pronto nacerán llevarán por nombre, Ramón.
Así mismo y de acuerdo a las
historias de la gente presente, muchos llevaban entre sus manos candados de
distintos tamaños; y es aquí donde surge otra de los favores por los cuales se
encomienda la gente a este santo; la colocación del candado en el templo de San
Nicolás de Tolentino es a favor de que la persona que ponga su candado sea
librado de chismes y habladurías de la gente que lo rodea, tal vez poco tenga
que ver con la verdadera historia, ya que a San Ramón Nonato lo castigaron
sellando sus labios con un candado atravesado entre ellos para así, de este
modo dejar de predicar la palabra de Dios, sin embargo la fe inmensa de las
personas lo relacionan con encomendarse a él y así alejarse de todas las malas
lenguas como hace mención los fieles feligreses.
Poco o mucho que tenga que
ver la verdadera historia con los milagros de dicho Santo, todos debemos de
recordar que la fe mueve montañas y el poder de la fe puede hacer que lo que
tanto deseas se haga, ya que debemos recordar que el ser humano de por si
siente la necesidad de creer en algo supremo a él, algo que existe en el
corazón y no en la razón, y que mejor que hacerlo en la palabra de Dios y de
todos aquellos que sirvieron a el en vida y que aun después de su muerte ayudan
a la humanidad a no perder la fe en nuestro creador.